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miércoles, 4 de mayo de 2016

DIVISIÓN AZUL: EL MANUAL PARA COMBATIR EL FRÍO RUSO

El general Gulliermo Díaz del Río relata en su libro de memorias de guerra  Los Zapadores de la División Azul las visicitudes de la III Compañía de zapadores del Batallón de Zapadores, de la que fue capitán hasta el verano de 1942.
Vivió de primera mano los duros combates de Possad y Otenski y de los blocaos Vérctice y Minas durante el mes de noviembre con temperaturas de 15 y 20 grados bajo cero. Hablando del deficiente equipamiento de abrigo del que disponía el ejército alemán en aquel invierno de 1941, Guillermo Díaz  hace algunas observaciones respecto a las normas a seguir para evitar casos de congelación.

–  Después de un servicio en el exterior con temperaturas bajo cero no se podía uno acercar directamente al fuego, pues había que esperar a que la reacción del cuerpo se fuese logrando con ejercicio o friccionando la parte sensible que más contancto hubiese tenido con el terreno helado o con las bajas temperaturas, habitualmente las manos y los pies. Sólo después se podía uno acercar a la hoguera. ¡Pero quién resistía después de varias horas a 15 grados bajo cero la tentación de acercarse a una hoguera!
– Para protegernos del frío disponíamos de un pasamontañas que cubría eficazmente nariz, boca, cabeza y cejas, dejando libres únicamente los ojos. Las pestañas se cubrían con una capa de hielo, lo mismo que el bigote.
– Los soldados se ponían el pasamontañas y sobre él el casco de acero, con lo cual tenían la sensación de que se les helaban los sesos.
– En los reconocimientos en el bosque el oído jugaba un gran papel, por lo que en los días de viento o ventisca había que ir sin el casco , ya que el ruido que producía el viento contra él no permitía tener ese sentido en máxima alerta.
Este soldado del 3º Batallón del 263 parece que lleva la bocamanga desdoblada
– Para las manos no disponíamos de guantes, había dos soluciones: desdoblar la bocamanga del capote (estaba prohibido) o ponerse en las manos unos calcetines de lana pues era muy peligroso tocar el armamento con las manos descubiertas.
– Si la nariz o las manos tenían un principio de congelación, una solución era frotarse con nieve, más adelante tuvimos una pomada especial.
– Al Capitán del Batallón de Zapadores Alonso Cabezas, que caminaba por una aldea sin pasamontañas, se le empezó a helar la nariz sin que él se diese cuenta; de pronto ve cómo una campesina se inclina en el suelo, del que coge un puñado de nieve y con ella empieza a frotarle fuertemente la nariz; la rápida acción de esta campesina le salvó de una segura congelación.


– Era preciso proteger el armamento del frío si se quería tenerlo en condiciones de empleo; se decía y era cierto que el armamento ruso era más resistene a las bajas temperaturas. Efectivametne, nuestras metralletas, con ser muy buenas, podían no funcionar en un momento dado por congelarse la grasa de sus piezas; sin embargo, el “naranjero” ruso nunca se atascaba y había algunos que con los “naranjeros” cogidos al enemigo sustituían a las metralletas propias.
El Naranjero
Comenta también el General Díaz como recibieron ropa de abrigo que los civiles habían mandado desde Alemania para los soldados del frente ruso. Por último, cuenta la anécdota de como Muñoz Grandes consiguió finalmente guantes para la División:

“Fue llamado por el mando del Cuerpo de Ejército para que informase de la situación de la División en diferentes aspectos, pues al mando alemán le interesaba saber cómo reaccionaba un europeo meridional ante los intensos fríos. Al preguntarle si teníamos guantes, nuestro General le contestó que en ese aspecto no teníamos problemas. Extrañado el general alemán le preguntó cómo habíamos resulto ese problema y el General, sacando unos calcetines de lana de su bolsillo, se los puso a modo de guantes. Aquello le debió de saber a cuerno quemado al General del Cuerpo de Ejército y dio orden a los Servicios de Inrtendencia alemanes para que suministrasen con urgencia guantes a toda la División”


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