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sábado, 23 de junio de 2012

GAGOMILITARIA CULTURA.-LA SOMBRA DE AGUILA DE PÉREZ REVERTE, EN COMIC . A PARTIR DE ESTE DOMINGO CON "ABC"


El batallón de Reverte

El ilustrador Rubén del Rincón lleva al cómic «La sombra del águila», una historia de Pérez-Reverte que XLSemanal publicará por entregas a partir de este domingo

Día 23/06/2012 - 17.00h



Esta historia arranca hace justo doscientos años en un infierno de fuego y humo sobre los campos de Sbodonovo, regados de sangre por el juego estratégico que libraban en aquellos días las tropas napoleónicas y el ejército imperial ruso. Una carnicería. En mitad de la refriega, algo extraño ocurre entre la piltrafa a la que llamaban eufemísticamente el flanco derecho. El batallón 326, enternecedora ensalada de españoles varios reclutados en las filas de Napoleón por la fuerza, sale por patas con idea de pasarse al enemigo.

Allá van detrás del capitán García uno de Soria, otro de Cádiz, otro de Córdoba y otros 400 en ilustre retirada hacia las tropas rusas, hartos de tanta miseria, de tanto balazo, de tanto sable y de tanta guerra ajena. No tan lejos de allí –lo suficiente– Napoleón, ese «Petit Cabrón» toma el catalejo y advierte la escapada, que interpreta como una gloriosa y heroica carga contra los rusos y envía la caballería en su ayuda. Los está salvando y a la vez los hunde en un mundo en el que el amigo no siempre es el amigo y el cobarde puede tenerlos como el caballo de Espartero.

Esa tragicomedia en la que se ríe en el horror de una guerra es el escenario de «La sombra del águila», un relato que escribió Arturo Pérez Reverte en 1993 y que ahora vuelve a tomar vuelo en un cómic que se publica a partir de este domingo en XLSemanal.

El salto al cómic


52 páginas de historieta en 13 entregas (todos los domingos del verano) demuestran que hay cachondeos que son muy serios. El cómic lleva todos los sellos de la casa Pérez Reverte: lectura ágil y reflexiones profundas. En ellas se construye una larga sonrisa en la que caben conclusiones agrias sobre la condición humana, el patriotismo, y la dudosa y a veces ridícula valía de los que mandan desde una colina mientras los demás mascan tierra en el campo de batalla.

Con estas coordenadas se puede acompañar al enternecedor y al mismo tiempo descarnado batallón 326, y ver cómo viven y caen entre sables que hacen «riiis-rass» cuando salen de la vaina y balas que hacen «crack» cuando rasgan el aire entre «ruskis», «espagnols» y «alonsanfansdelapatrí». Con todo, entre tanta atrocidad cabe la risa. Como si la obra fuera una pequeña matrioska, el guión general de la historia tiene dentro un argumento cómico que aparece muy bien reflejado en las ilustraciones de Rubén del Rincón.
La idea primigenia de llevar a viñetas «La sombra del águila» arranca cuando un chaval de poco más de 20 años lee en XL Semanal una «Patente de corso», la página que Arturo Pérez-Reverte firma en el magazine dominical desde 1994. «Me gustó y le hice un dibujo», recuerda Rubén del Rincón (Barcelona, 1978), que por aquellos días veía reconocido su trabajo en Berlín, pero no en España. El escritor reflexionaba en aquel artículo sobre los ataques de los muyaidines a los participantes en el París-Dakar, y Rubén dibujó a Pérez Reverte cargando un lanzagranadas con un coche ardiendo al fondo. «Quizás le llamó la atención el sello, no lo sé, pero la abrió y me respondió». En el reino del chat y del skype, ambos comenzaron una relación epistolar en la que había papel, sellos y complicidad entre dos autores distintos pero iguales.

Los tres mosqueteros

«Yo era un joven osado, así que le propuse adaptar Alatriste al cómic, pero me respondió que ya estaba en marcha», recuerda el dibujante. Mientras tanto, Rubén no tenía muchos años en la chepa, pero ya le brillaban algunas medallas en la pechera. Trabajaba en la serie Mesalina, de historieta erótica en la factoría Kiss Comix y más tarde llevó a cabo la adaptación de «Los tres mosqueteros», de Dumas. El de Cartagena le llamó para darle la enhorabuena por el trabajo, se mandaron libros y propuso finalmente adaptar «La sombra del Águila», una historia que el autor parió de un tirón en sólo dos semanas de julio del 93, cuando todavía trabajaba como reportero, aprovechando unas breves vacaciones entre dos viajes para cubrir la guerra de los Balcanes.

Aquella risa entre dos llantos se publicó en El País por capítulos durante el verano y supuso un éxito tal que fue publicada poco después por Alfaguara y se convirtió en uno de los puntales de la prolífica descendencia de Pérez Reverte. Hasta hoy el libro sigue siendo objeto de continuas reediciones, incluida una edición crítica para uso escolar a cargo del profesor Andrés Amorós, cronista taurino de ABC. «Es uno de textos que más he disfrutado escribiendo, y se cuenta, sin duda, entre mis favoritos», admite el autor.
Años después, Ruben y Pérez-Reverte se conocieron en Madrid en una tarde de «cañas y tapas» con su amigo el escritor y guionista de historietas Hernán Migoya. Nada podía salir mal. Así surgió un pequeño relato ilustrado sobre el aniversario de La Pepa en Cádiz que también se publicó en XLSemanal. Funcionó tan bien que Rubén retomó la idea demodelar con su trazo las peripecias desoladoras del capitán García y el resto de los hombres a los que la leva forzosa cambió el destino y el punto de vista. Ahora siguen tomando vida en el papel.

Conociendo la fama de cascarrabias del escritor de Cartagena, a cualquiera se habría hecho un nudo en la garganta antes de dar vida a sus personajes. A Rubén no le ocurrió. En todo momento han mantenido «una colaboración muy cercana con un constante feedback» entre los gustos de uno y de otro. Al fin y al cabo, la arquitectura sobre la que construye sus relatos el escritor es «bastante cinematográfica».
Pinceles, letras, minas y sables pueden resultar un asunto divertido a su manera. Arturo Pérez-Reverte define su relato como «una gamberrada histórica, aunque el lector atento advertirá que en él hay algo más que eso». Como solía decir su ya desaparecido amigo Pepe Perona, maestro de Gramática, al que cita el autor, «es todo tan español, que después de reírte a carcajadas te queda en el cuerpo una mala leche espantosa».


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